lunes, 3 de diciembre de 2012

Cuento en movimiento
 
07.11.12. Un regalo envenenado.
 
Se trataba de escribir un relato a partir de la última frase. Ana nos contaba lo siguiente: El día antes, Fofo y ella se habían encontrado un hombre tirado en el suelo. "¡Déjalo!, seguro que está muerto", nos dijo Ana que le dijo Fofo.
Seguro que se lo estaba inventando. Pero, para ser justos, hay que decir que, no sólo Ana, todos nosotros estábamos en vena inventiva. Hablábamos de necrofilias, de coprofilia y cacosmias, de las anosmias y no sé qué más; y, encima, lo hablábamos mientras cenábamos, con una croqueta en mano y otra adentro, como quien dice; que empezaban ya a sabernos todas a fiambre.
Al final, consiguieron despertar al hombre tirado en el suelo; que no estaba muerto, sólo muy borracho. "Te voy a hacer un regalo", nos dijo Ana que le dijo mirándola directamente a los ojos, con una mirada babosa radiante de alcohol. Y le reveló la mejor manera de empezar un cuento.
Cuando abrió los ojos y vio esos otros ojos que lo miraban ("¿estás bien?"), y oyó la pregunta de la mujer, sintió la obligación de darle algo a cambio. ¿Me dejas regalarte con la mejor manera de empezar un cuento, aún a sabiendas que después no volverás a escribir? Y como ella le dijera que sí, le hizo ese regalo envenenado.
 
08.11.12. Cuento vivo.
 
Se trataba de escribir un cuento a partir de una anécdota de Ana. Yo titulé el mío Todos nosotros somos también personajes, porque hacía de nosotros los protagonistas de la historia. Luego, al revisar el cuento, cambié el título por el de Un regalo envenenado. Para empezar, incluía la anécdota de Ana y su propuesta de que cada cual escribiera un cuento; luego, podíamos reunirnos para centar y leerlos.
El día antes, Fofo y ella se habían encontrado a un hombre tirado en el suelo. En mi cuento, primero maté al hombre, pero luego decidí que simplemente estuviera dormido, para que Ana y Fofo pudieran despertarlo y él les contara la mejor manera de empezar un cuento. Además, de esta forma mi cuento era más fiel a la anécdota de Ana.
Lamentablemente, he tenido que omintir la mejor manera de empezar un cuento. Resulta que en la cena, cuando empezábamos a leerlos, Ana Belén me dijo que tenían que ser microrrelatos. Yo no lo sabía. El mío era demasiado largo, así que le pedí a Fofo que, con los ojos cerrados, tachara lo que quisiera. Él, que es muy hábil, y diplomático también, me sugirió que ya que en mitad del cuento ponía fin (en realidad, al final) eliminara todo lo que venía después. Lamentablemente, después de la palabra final venía la codiciada revelación. Y después de cambiar el final cambió todo el cuento.
 
12.11.12. Cuento en movimiento.
 
A estas alturas, ya todos sabréis que de lo que se trataba es de escribir un cuento a partir de la anécdota de Ana. Yo titulé el mío, primero, Todos nosotros somos también personajes; luego, al corregirlo, Un regalo envenenado. Entonces el cuento empezó a cambiar, por lo que pasó a llamarse Cuento vivo, y, finalmente, como aún sigue cambiando, Cuento en movimiento.
La anécdota era que Fofo y Ana se habían encontrado un hombre tirado en el suelo, que al despertar les había revelado la mejor manera de empezar un cuento. Pero, como sabéis, esta revelación se quedó por el camino, cuando Ana Belén determinó que el cuento cambiara, y Fofo, el ejecutor, se encargó de cortarlo con tijeras. Pero no podía cambiar el final sin que cambiara todo el cuento; algo que también me reveló el hombre tirado en el suelo cuando al despertar me propuso que escribiera una historia sobre una reunión de escritores de microrrelatos, me sugirió cómo debía empezar y ahora me dice que tengo que darlo ya por terminado. Por cierto, mi nombre es Ana, este es mi microcuento y este es mi blog.

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